Pintar y dibujar, difícil dejarse llevar y empezar de cero porque el tiempo nos da un bagaje que condiciona nuestra obra, un principio que está pero a la vez no tenemos conciencia de él; a pesar de todo, ordenar el dibujo y el color es un proceso que va evolucionando solo con la práctica.

En esta obra los espacios y la profundidad se impregnan de un lenguaje sencillo configurando una lectura planimétrica y de formas escultóricas, jugando con la línea para crear un camino invisible entre ellas.

La calle donde nací, un 12 de enero de 1966, tiene dos líneas de naranjos que en perspectiva parecían infinitos, de estos me parece retener en mi memoria el verde de sus hojas y el color de las naranjas, colores que serán un referente en mi vida. Como también lo será ese dibujo académico que mi padre realizó de joven, un análisis de un retrato dibujando labios, narices y ojos al detalle con lápiz y de manera fotográfica; también el pistolero mexicano y el tigre de los que mi hermano y yo coincidimos en pensar que serían un buen tatuaje.

Los primeros recuerdos de dibujar no fueron con un lápiz sino con bolígrafo, porque recuerdo en la pared de mi habitación una lámina a boli de un caballo con su jinete. Según mi madre el tema de la arquitectura ya lo tenía dentro con un dibujo de una casa con árboles y personas, aunque yo no lo recuerdo porque debía de tener menos de seis años.

Al parecer tenía habilidad para dibujar y mi padre con ocho años me llevó al estudio de un amigo suyo, Manuel Nieto Aldehuela, un artista de Andújar, que estudió Bellas Artes en Valencia. Allí por primera vez hice un dibujo de una vasija: es la sensación de que algo iba en serio, un caballete, papel y carboncillo.

En este viaje imaginario del arte tuve la suerte de encontrarme con Manuel García Ibáñez, profesor de dibujo del instituto de Andújar y luego más tarde de la facultad de Bellas Artes de Granada. Un día nos dijo que comprásemos ceras Manley y aguarrás: ese momento fue como un truco de magia que al día de hoy uso combinando con el acrílico.

Me gustaría mencionar a Pedro Palenciano, hijo de artista ceramista que recreaba su obra en unos azulejos en donde vi arte y profesión, junto a la sorpresa de los bocetos que guardaba en una carpeta de París, dibujos rápidos donde se veía arte… Con Pedro hicimos escenografías, escaparates, decoraciones para fiestas y rótulos, un poquito de todo.

Con unos 18 años vendí en Córdoba obra con una cierta geometría abstracta, y empezó en mi mente el boceto y la perspectiva como algo más que un dibujo.

Este camino me llevo a la Escuela de Arte de Sevilla, realizando allí los cursos comunes. Allí conocía a un profesor de escultura, Miguel, que me pregunto que si podría destruir mi escultura y ser capaz de realizarla de nuevo; respondí que sí… siempre hay un momento de sacar paciencia y empeño, lo cual me llevó a pensar que si fuese profesor sería de las escuelas de arte, sueño que se convirtió en una realidad.

Me trasladé a Málaga, donde trabajaba en el sector del mueble y estudiaba la especialidad de decoración en la Escuela de Arte de San Telmo. En esta etapa realicé un proyecto de diseño de interior en la plaza del Teatro para local céntrico con un carácter moderno, el Water Club, desarrollando mi inquietud en la madera, diseñando sillas de metal y murales de cerámica.

La siguiente etapa fue la Facultad de Bellas Artes de Granada, llena de experiencias inolvidables difíciles de narrar, pero me quedo con tres de ellas:

El impulso y la motivación que me dio Manuel Cano, el profesor de dibujo de primero que me comentó que nunca dejara de dibujar y esto me motivó para continuar hasta el día de hoy.

La asignatura de pintura libre que impartía Alonso Gragera Martín de Saavedra, donde utilizando una puerta de madera como mesa, un acetato como guía para dibujar y como soporte lo más económico, unas cartulinas blancas que fui cambiando por papel basik, apareció en mí el entusiasmo por el color y la composición, con influencias de José Guerrero y Mark Rothko.

La beca Erasmus en la actual Loughborough University Creative Arts, que me permitió realizar dos sueños: jugar a handball en primera división universitaria y pintar en Inglaterra con gran formato, mirando de reojo a Barnett Newman, “pintor estadounidense al que se relaciona con el expresionismo abstracto y un destacado exponente de la pintura de campos de color”.

Todo esto me hizo vincular la Licenciatura en Diseño Ambiental de mi profesión como profesor de la Escuela de Arte, con el privilegio de transmitir “eso” que sentí al principio del todo, emoción y la idea de que el trabajo fuese el hacerlo fácil, sencillo, para poder explicar lo complicado del arte.

Aprovechado los conocimientos que se va adquiriendo y la admiración a Esteban Vicente Pérez, “pintor hispano-estadounidense perteneciente a la primera generación neoyorquina del expresionismo abstracto”, junto a la obra de Pablo Palazuelo, “artista madrileño que destaca como gran maestro de la abstracción geométrica”, despegarnos del imaginario o del sueño donde los espacios, límites y formas que se crean con el dibujo y pintura en esta fase el papel como soporte artístico nos dan la oportunidad de utilizar y mezclar diferentes técnicas.

Pintar y dibujar, esta es la idea principal.